¿Por qué hay que viajar de verdad?

¿Por qué hay que viajar de verdad?

Se viaja para desconectar, restablecer, alinearse y exponerse ante el mundo. Durante mis viajes he podido comprobar lo bonito que es ver y entender la proyección de uno mismo (con sus miedos, sus carencias, su amor, sus fobias y sus desavenencias internas) en los demás, la manera más útil para descubrirnos, mostrándonos sinceramente en relación con el resto de seres humanos. Cuanto más diversa, distinta y de mayor calidad ha sido esta interacción, más he aprendido; o quizás eso lo he sabido después.

Viajar escenifica la versión de ti mismo, con su día y su oscuridad y te guía en el camino a seguir para mejorar, para sanar y para crecer. Te lo muestra con cada persona que encuentras y que se manifiesta ante ti, en cada lugar que pisas, en cada momento en que respiras profundamente, que miras, que te paras y que observas tus emociones del momento para continuar. Cada palabra, gesto, silencio, mirada y acción, muestra y enseña algo de ti.

No viajo por el placer de fotografiar(me) (que también) ante las calles y monumentos transitados, para luego olvidar que había allí, si viajo es por la enseñanza y el camino en sí, porque el sentirnos vulnerables e insignificantes, nos recuerda el ego con el que convivimos cada día. Cuando viajas en su mayor expresión, te vuelves libre, consciente, te despoja y te desnuda de las capas que con tanto esmero cultivaste durante años. Una lástima…

Si viajo es para curar el alma y sanar en espíritu, para sentir y vibrar en el desapego, experimentarlo y abrazarlo.  Recorrer un camino de descubrimiento pleno, duradero y sincero con uno mismo desde la libertad de pensamiento;  uno disfruta de verdad viajando cuando ya es consciente de su inconsciencia, de sus pensamientos, con los que interactúa y crea la realidad, SU realidad. Para entonces se descubre a sí mismo, al SER- lo que algunos tildan de llegar también mediante la verdadera meditación, sin necesidad de viajar- y entonces puede crear de verdad, y vivir, y sólo verdaderamente solo entonces, desde el amor y la abundancia. 

Viajar es un espejo maravilloso que nos enfrenta a tener que aceptar lo que es. Además, nos hace experimentar nuevos mundos, nuevas caras, sensaciones, lugares, olores, sabores, genuinas pasiones pasajeras, nuevas amistades, locuras transitorias, momentos de éxtasis y adrenalina que parecen nunca acabar. Al fin y al cabo es estar enganchado a una droga sana, con la gran diferencia de que una te enriquece el alma si lo hacemos de manera inteligente (saliéndose de aquellos cánones de turismo ególatra), nos hace prosperar,  progresar, y desarrollarnos a otro nivel, mientras que las otras nos destruyen (bueno, aquí un votito a favor de la marihuana). 

Si viajas conscientemente, sabes apreciar desde la dulce y ligera luz de una luna menguando en el horizonte de la desértica zona de Ouarzazate en Marruecos, hasta reconocer la belleza infinita en un olor intenso a café en Italia o en una luminosa y elegante calle parisina.  Las ventajas que ofrece el exponer nuestro ser a merced de la vida- y no con ello queremos naufragar en un mar de olas sin sentido, sino con un propósito y un camino de luz y armonía con nuestro ente- son infinitas. Viajamos pues para reeducar nuestro sistema de creencias, de viejas escuelas, de viejos y desmoralizadores tabúes, prejuicios, condicionamientos y pensamientos obstructores, tóxicos y limitadores.Si somos capaces de observar a nuestro alrededor con la capacidad y la genuina sutileza inocente (que no tonta), al igual que haría un niño, estaremos abiertos a un camino libre de roles preestablecidos. 

Todo lo anterior no es más que un completo agravante para nuestro ser espiritual y físico (la energía mental está conectada a todo nuestro cuerpo) y un hándicap en la búsqueda de nuestro propósito: ¿a qué hemos venido a este mundo?, ¿ A comprarme un piso, un perro y una casa? Puede ser oye, pero yo creo que aspiramos a mucho, muchísimo más. 

Me aferro a que la humanidad está interconectada, a que todos vamos enlazados a una conciencia superior, una conciencia universal, que a su vez está conectada al sonido de la madre naturaleza: brillante, bonita, inteligente y serena, a la que le debemos todo nuestro respeto.

Por lo tanto, suelta.

Suelta tabúes, sistemas, creencias.

Suelta y fluye.

Fluye y vive encaminade hacia el propósito, o siente que perteneces a algo más grande. Tú y todes.

Viaja, por favor, viaja y experimenta, nota como tu piel, intacta, virgen, se desgarra, penetra en otro espacio, en otra vida, conecta con otros seres humanos.

Siente el silencio, frío y sepulcro, la incómoda soledad tan necesaria, el malestar y llora si es necesario. 

Llora para que tu alma sane, se reponga y salga fortalecida.

Sonríe; sonríe, agradece y sigue adelante. 

Adelante pero despacio, sin prisas, y haz suave el recorrido pero con otros caminos, otros senderos, otras lunas, otras casas, paredes y estancias. Otra gente, otras lenguas quizás, otras comidas, manjares, costumbres, modos de vida, supervivencia y conoce otros recursos que la vida siempre te va a mostrar.

Entonces descubrirás mil otras cosas de las que no te habías parado a percatar, o que  dejaste de observar.  Para empezar, date cuenta que lo fascinante es que todas las personas somos iguales, ¿verdad? 

Esto es un juego, la vida. Desecha y cuestiona lo que aprendiste porque te contaron que así era como debía ser. 

 

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