Naces y ya estás Muerto.

Desde que uno nace, ya está muerto. Naces y estás muerto. Vives pero porque al final, mueres también. “Solo aquél que no ha nacido aún no está muerto”. Parece ser una frase bastante arrolladora, pero estas fueron literalmente las palabras que dirigió Álvaro, más conocido como el Biciclown, al público presente aquella noche en la tienda de bicis Koos del barrio de Gracia en Barcelona, entre la muchedumbre allí estaba yo. Anteriormente había escuchado algunas palabras semejantes en alguno de sus vídeos, pero remarcar una vez más la suerte que corremos de estar vivos, todos los días, no estuvo de más. De hecho, deberíamos recordarlo todos los días. Esto es algo con lo que lidio bastante y donde tengo diferentes visiones, según me encuentre. Aquí iría una de ellas:

 

Pienso que una vida pensante donde cabe la posibilidad de conocer a la muerte en un instante resultaría ser bastante estresante. Imagínate por un momento que todo aquello que haces, dices, puede ser lo último. ¿Vivirías de forma distinta? ¿Honrarías a la vida de forma diferente? Seguramente tendrías un nivel de excitación extremo y mucha curiosidad; no estarías centrado en nada, simplemente en existir y ser.

Pero teniendo en cuenta que podemos hacer muchas más cosas que simplemente ser…

Es natural pensar que existe la vida porque existe la muerte, y que ambas son esenciales y coexisten. No se entienden por sí solas. Al igual que no se entiende que la gente no comprenda ninguna de las dos. Pero, para mi, es más importante y tiene un mayor cometido existencial entender la vida, nuestra vida, e intentar encontrarle un sentido. Y esto es mucho más que darle vueltas a la idea de la muerta a diario, es hallar un motivo.

Es triste conocer que ocurre frecuentemente que nunca llegues a este punto vital, que ni siquiera te lo plantees. Sin más, pienso que posiblemente la sociedad nos empuja a observar la muerte de lejos, como esa parte oscura, envuelta en dolor, y que reconocerla como el fin de un ciclo requiere de un alto grado emocional y moral de la persona. Claro. Es justo y necesario que ocurra, porque sin entender esta paradoja no podremos significar nunca a la vida. Pero… habría que enfocarlo quizás de otra manera.

Tampoco hay porqué entender la muerte, ni porqué entenderla, ni porqué pensar en ella a diario. La muerte es el fin de nuestra vida carnal, lo que somos sin estas capas tangibles, y que con suerte queda por siempre varado en algún corazón, o varios de ellos, si es que has hecho de tu existencia en el paraíso un buen lugar.

Sí es verdad que observar a la muerte de cerca, naturalmente, otorga mucha sabiduría. Algunos hemos sido privilegiados. Y es aquí donde, a mi parecer, habría que cambiar el enfoque. Observar a la muerte desde otro prisma e integrarla como algo útil en nuestra existencia, y, de esta utilidad, entender cómo funcionamos y el porqué de las cosas, algo que sin duda confirmo que nos hace ser más conscientes de nosotros mismos, que no somos otra cosa más que conciencia.

Quizás sirva para vivir con más plenitud, no lo sé. Habría que preguntar a todas las personas que nunca transitaron un pasaje o capítulo de la muerte de cerca, y que “a simple vista” viven felices y contentos, si su vida tiene un sentido para ellos.

 

 

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *