Lo reconozco. Llevo un tiempo sin parar de ver las películas que siempre quise ver. Me doy el gusto y me permito saborear esas historias de almas indomables, con vidas difíciles que se dan a la aventura con los deseos de encontrar algo que, al fin, de sentido a sus vidas. Me inspiran demasiado, acabo llorando, reconociéndome en algún momento y deseando tirar toda mi mierda por la ventana y comprarme un billete a cualquier lado. ¿Que no…?
Ayer me registré en HBO (prueba gratis, que no se me olvide cancelarlo hoy), y busqué la película » Alma Salvaje«, con la actriz Reese Witherspoon como protagonista (que por cierto, lo hace genial). Creo que sobrepasó las expectativas tan bajas que tenía desde el principio. No voy a explicar de qué va la película, hay muchísimas reseñas y críticas en internet, pero sí lo que me transmitió.
Si este tipo de locuras las hiciéramos más de vez en cuando, no quedaría en algo tan extraordinario de unos pocos locos que se adentran en la naturaleza profunda y en lo inhóspito del paisaje.
No soy muy de ver películas, la gran mayoría me aburren, pero estas aventuras humanas que pretenden dejar de serlo para mimetizarse con la vida de un oso pardo por un tiempo porque se sienten perdidos, desamparados y asqueados de la sociedad, sometimes, me representan. Pues oye, que me identifico, y que creo que desvelan muchas de las incógnitas que ni siquiera la gente común se «planta» un día a reconocer debido el estruendoso ritmo de su día a día. Ahora, eso sí, una mezcla de vida trágica y dolor, sufrimiento, enfermedad, sexo y tristeza hacen el cóctel perfecto para una película así ($$).
La vida es injusta o justa, según a quién peguntes, pero tampoco hace falta llegar al punto de «mi vida es una puta mierda, me tiro por un puente» para realizar el archiconocido viaje del héroe. Esto es lo que precisamente ella hace, un viaje interior, su travesía profunda del alma (aunque motivada principalmente por un acontecimiento muy personal).
A mi parecer, decide encararlo desde, quizás, una de las maneras más difíciles; y es que la prota pone su vida en alerta constante, no en peligro, pero sí en alerta, ya que se ve obligada a conocerse y reconocerse en el mundo, vaya tú. Habitándolo, encuentra el córtex de sus límites, su fuerza de voluntad y pone a trabajar la astucia, la inteligencia práctica y la intuición. Incluso se da cuenta que ni yéndose a un maldito bosque en mitad de la nada, donde sus mayores problemas serían los osos pardos o las panteras, se deshace del peligro actual y real de las mujeres: el machismo y el patriarcado asqueroso que viene y va con los hombres que durante el camino se encuentra, y que la interrumpen, acosan y acechan constantemente. Menos uno, claro, no todos van a ser iguales…
También se da cuenta de algo que, cabe decir, le sucede al 95% de los adultos: el abandono de su niñx internx. En la película ella no tiene de otra que rescatarla del pozo tapado con angustia, dolor y negación por hechos concretos de su vida; pero oye, lo consigue. La escena del niño que le canta y le hace ver en lo simple lo bello de la vida, la alegría del ser, es de las mejores.
Aprender del ser ser, de estar presente y disfrutar de la vida, de ser ella misma, de aprender de sí misma, y de seguir adelante, always. Es por ello que me quedaría con aquél concepto redundante en la película, y que solo bajo circunstancias difíciles sacamos a flote: nuestra increíble capacidad de resiliencia.
¿Porqué coño he venido aquí?
¿Porqué coño he venido aquí?
¿Porqué coño he venido aquí?
¿Porqué coño he venido aquí?
¿Porqué coño he venido aquí?…
Esto lo repite como siete veces en su primer día de travesía.